Tras toda una vida dedicada en cuerpo y alma a la hostelería en Arganda del Rey, Félix Carrilero se jubila. El pasado 27 de junio cumplió 65 años y este pasado día 30 formalizaba su merecido descanso después de décadas dirigiendo negocios de hostelería que le han valido para convertirse en uno de los vecinos más queridos de la localidad. El último de ellos, el emblemático Gambrinus con el que, tras haberlo traspasado, continúa colaborando de manera informal.
El próximo mes de septiembre, además, protagonizará el pregón de las Fiestas Patronales, un broche de oro para la trayectoria de una persona que, desde la amabilidad y su siempre cándida sonrisa, ha dejado un legado imborrable en Arganda.
Pregunta: Llevas muchos años vinculado al mundo de la hostelería en el municipio. ¿Cómo definirías tu trayectoria profesional?
Félix Carrilero: Ha tenido muchos altibajos. Los comienzos fueron duros. Vinimos a Arganda siendo yo muy pequeño, con cuatro años. Mi padre era pastor y vendió las pocas ovejas que tenía. Llegamos seis hermanos con mis padres, sin nada. Mi padre, además, era sordo, con muchas dificultades para trabajar. Con 12 años empecé a trabajar en el bar Las Brujas, aquí en Arganda. Apenas llegaba al mostrador y tenía que subirme a una caja. Era muy tímido, lo sigo siendo, y mi sonrisa era mi defensa ante esa timidez. La gente me pedía algo y yo no sabía qué hacer, así que sonreía. Recuerdo que algunos me decían: «Deja de reírte y ponme el café». Y yo, «Sí, sí, ahora». Pero no sabía ni qué tenía que hacer. Así empezó todo.
Pregunta: Y desde entonces no has salido de la barra
FC: Así es. Tengo 65 años y nunca he dejado la hostelería. Incluso en la mili seguí trabajando como camarero, en la residencia oficial. Al volver, seguí en Las Brujas, pero ya en Madrid. A los 26 años, mi mujer y yo decidimos hacernos autónomos y cogimos nuestro primer bar en Arganda. Era un bar muy moderno para la época, decorado por una institución local con unas manos increíbles para la madera.
El local tenía murales de madera con escenas tradicionales de Arganda: la plaza de toros, las bodegas… Era muy bonito. Estuvimos cinco años ahí, mi mujer y yo trabajando día y noche, con la ayuda de mi suegra los fines de semana. Nos hicimos famosos por nuestras hamburguesas. Nadie las hacía como nosotros: bacon, jamón, queso, huevo, patatas… echábamos de todo. Levantamos un negocio que estaba muy tocado, no lo inauguramos nosotros, era de un tío de mi mujer, pero lo renovamos por completo.
Pregunta: Os ganasteis a la clientela en una época complicada
FC: Al principio fue duro. Tuvimos que ganarnos a la clientela y seleccionar un poco a la gente. Después de cinco o seis años ahí, ahorramos un poco y compramos un local en la calle de Los Ángeles, creo que era el año 1990. Era de Luis Aguilar y ahí montamos el Círculos. Tuvimos que vender el piso donde vivíamos para poder amueblar el local. Ya tenía dos hijos pequeños y nos fuimos a vivir de alquiler. Fue una época muy buena en Arganda: abrieron varias discotecas y el pueblo tenía mucha vida los fines de semana. Arganda tenía unos 30.000 habitantes, pero venía mucha gente de fuera. El Círculos estaba muy bien situado, cerca de la discoteca. Funcionamos muy bien.
Después, con otro socio, decimos montar Gambrinus. Tampoco nos daba el dinero, hubo que pedir otro préstamo y nos metimos aquí un poco también a la aventura. Mi trayectoria ha sido siempre arriesgar, arriesgar y arriesgar.
Pregunta: Era un trabajo sin horarios…
FC: No me importaba no tener vacaciones, no librar, dejar de lado a la familia y los amigos. Siempre pensaba: si soy capaz de hacer esto para otros, cuando sea para mí lo voy a hacer todavía más. En el Círculos abríamos mi mujer y yo. Ella se iba un rato, volvía yo, y así todo el día. Gracias a Dios todo salió bien.
«He intentado aportar alegría. Que en mis locales se notara ambiente, música, alegría. Que la gente lo pasara bien. No sé si lo he conseguido, pero lo he intentado siempre.»
Yo siempre he dicho que en Arganda tenemos fama de ser un pueblo solidario, pero es que es verdad. Si no hubiese sido por la ayuda del pueblo cuando llegué, porque llegué sin nada y nos ayudaron las instituciones y nos ayudaron los vecinos, yo no estaría aquí.
Pregunta: ¿Cómo ha repercutido en tu familia esa dedicación?
FC: A mis hijos los he “conocido” con 14 o 15 años. Yo llegaba a casa y estaban dormidos, y cuando me iba ya se habían ido al colegio. Nunca he ido a una reunión del colegio ni al médico. Todo era trabajar y pagar deudas. Pero con trabajo, sacrificio y honradez se consigue todo. Nadie me ha regalado nada. Todo ha sido muchas horas y mucho esfuerzo. Y también mucha ayuda del pueblo.
Pregunta: Ahora que te jubilas, ¿cómo te sientes?
FC: Todavía no me ha dado tiempo a asimilarlo. Es verdad que ahora me estoy empezando a agobiar porque todos me dicen «ahora que tienes tiempo, vamos aquí o allá». Mi mujer también quiere hacer cosas. Pero vamos poco a poco. Hoy mismo -día 30 de junio- es el día en que me jubilo, y me va a costar. Soy muy activo, muy nervioso. Levantarme sin obligaciones, sin saber qué hacer… Hasta me cuesta dormir. Me despierto y ya no tengo que llamar a proveedores. Aun sigo por aquí ayudando en Gambrinus, porque los nuevos dueños quieren que todo siga igual. Es como una adicción, hay que dejarlo poco a poco.
Yo era de los que me levantaba por la mañana, me venía al bar, me iba un ratito a mi casa y me venía al de nuevo al bar y hasta las 12 o la 1 de la noche. Pero es que llegaba a mi casa y era pedidos por teléfono, proveedores, quebraderos de cabeza, era un no parar. Ahora ya empiezo a notar que me acuesto y no tengo que llamar a nadie, hasta me cuesta dormir.
Pregunta: La vida social en el municipio también es parte de tu historia personal
FC: Claro. Me encanta hablar con la gente, meterme en la barra, correr cuando hay jaleo. Siempre me ha encantado la hostelería. He conocido a muchísima gente de muchas culturas. Me ha enriquecido. Siempre he dicho que el cliente hay que cuidarlo. Todos los bares tienen lo mismo: café, refrescos, cerveza… La diferencia está fundamentalmente en dos cosas: en la atención y la amabilidad y en tener un local limpio. Eso es el 80% del éxito. Además, esta profesión te da mucha psicología. Ya sabes por la cara del cliente cómo tratarle. Y siempre he intentado sacar una sonrisa a la gente mayor, hacerles sentir bien.
Pregunta: De toda tu trayectoria, de todo el tiempo que llevas en Arganda, ¿qué recuerdo guardas con especial cariño?
FC: Hay recuerdos muy bonitos, también hay recuerdos desagradables como en todas las profesiones, como cuando tienes algún problema con algún cliente que no se viene a razones, por mucho que intentes explicarle, lo pasas mal. Y yo soy una de las personas que lo paso muy mal, sobre todo cuando es injusto, cuando tengo una crítica o algo que creo que es injusto, me cuesta dormir y lo paso mal.
«Arganda es un pueblo muy solidario. Siempre he sentido ese apoyo del pueblo.»
Pero la mayoría son ratos muy agradables y llenos de anécdotas, de de cosas graciosas te podría contar 40.000. Yo recuerdo que en las fiestas inauguramos el CírculoS justo un poquito antes, y nos tirábamos ahí día y noche limpiando, colocando…Empezaban los encierros y claro, era la novedad, estábamos hasta las 6 de la mañana, no nos daba tiempo de ir a casa, así que poníamos un cartón detrás de la barra y nos quedábamos durmiendo. Cuando nos daba la luz, nos asomábamos y a lo mejor había gente que nos veía y nos decían «abrid, que ya sabemos que estáis ahí». La mayoría han sido han sido buenos recuerdos.
Pregunta: ¿Cómo recibiste la noticia de que serás el pregonero de las Fiestas Patronales de septiembre?
FC: Me llamó Alberto (Escribano) para tomar un café en el ayuntamiento. Me dijo que quería saber qué había pasado con el bar. Me pareció raro que hubiera tanta gente y que grabaran. Me ofrecieron el café y luego me dijeron que grabarían un vídeo. Y entonces me lo soltaron. Me emocioné mucho, pero también me dio miedo. Pensé en decir que no, que yo no soy nadie para dar el pregón. Pero mi mujer me dijo unas palabras que fueron clave: «Es la oportunidad de agradecer al pueblo todo lo que te ha dado». Y eso me convenció.
Así que muy contento, muy orgulloso. Me acuerdo de mis padres, de la familia, y me digo «madre mía, si me vieran mis padres, éramos una familia superhumilde y si viesen lo que hemos sido capaces de conseguir, estarían muy orgullosos. También tengo una nieta para la que será un gran recuerdo.
Pregunta: ¿Qué mensaje te gustaría transmitir en ese pregón?
FC: Me gustaría contar mi historia, mostrar mi agradecimiento al pueblo de Arganda, hablar de nuestras tradiciones. Somos un pueblo solidario. Me han dicho que he ayudado a mucha gente, pero es porque a mí también me ayudaron. Siempre he colaborado con las peñas, con el mundo taurino. Las peñas son el alma de las fiestas. Me encantan las fiestas. Aunque no participe directamente, me gusta estar y ayudar. Me gustaría que se respetara nuestra cultura, nuestras tradiciones. A veces uno está entre la espada y la pared, pero yo defiendo nuestras costumbres. Hay que respetar todo.
Pregunta: A lo largo de los años, Arganda ha cambiado mucho. ¿Cómo has vivido esa evolución desde tu posición como comerciante y vecino?
FC: Aparte de las infraestructuras, lógicamente, hemos evolucionado mucho, pero también hemos perdido cosas. Antes había más convivencia, los niños jugaban en la calle, la gente salía a tomar el fresco. Ahora no. Y antes, con menos población, había más ocio. Llegó a haber tres discotecas, cine, bares… Ahora, con el doble de habitantes, ha desaparecido mucho de eso. Los jóvenes se van a Rivas porque aquí no hay opciones. Eso es una pena. Hay que hacer algo para que la gente joven no tenga que irse fuera.
Pregunta: ¿Cuál crees que ha sido tu gran aportación a Arganda?
FC: Yo no creo que haya aportado nada extraordinario. Solo he trabajado, intentando ser el mejor, como me decía mi padre. He intentado aportar alegría. Que en mis locales se notara ambiente, música, alegría. Que la gente lo pasara bien. No sé si lo he conseguido, pero lo he intentado siempre.
Pregunta: ¿Qué le deseas a Arganda para el futuro?
FC: Que siga creciendo sin perder su esencia de pueblo. Que avancemos en todo: en deporte, en educación, en servicios, y también en hostelería y ocio para los jóvenes. Arganda tiene un potencial impresionante: buen vino, buen aceite, buenos empresarios, cultura, deporte… Tenemos de todo para seguir mejorando. Solo hay que seguir evolucionando sin olvidar quiénes somos.
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