La recuperación y el fomento de las tradiciones, los símbolos y las señas de identidad que distinguen a Arganda del Rey es uno de los principales objetivos que persigue el Ayuntamiento de la localidad desde el inicio de la presente legislatura y, en este sentido, desde el Gobierno local se han intensificado los esfuerzos para devolver a la ciudad una de sus grandes enseñas.
Se trata de los escudos de armas de la Casa del Rey, que permanecían fuera de la ciudad desde hace unos 400 años y que, gracias a un convenio entre el Consistorio y el Museo del Prado, volverán a lucir en el Archivo Municipal de Arganda a partir de este próximo martes 7 de noviembre de 2023.
En concreto, hablamos de dos importantes piezas cerámicas que lucen las armas heráldicas de la familia Khevenhüller, y que flanqueaban la puerta de acceso al patio interior de la casa, contando en su día además con un zócalo de la misma forma, dibujo y tonos cromáticos, todo ello elaborado en cerámica de Talavera de la Reina.
Los escudos
Las obras representan el escudo de armas de la familia Khevenhüller rodeado por el collar de la orden del Toisón de Oro.
El hecho de que el embajador Khevenhüller decidiera situar dos escudos de armas en el patio de su casa, frente a la fuente, responde a la tradición de la época de hacer uso de la heráldica como exaltación del poder de la familia y como signo de distinción social, aunque el embajador tenía otro motivo: mostrar que el rey Felipe II le había concedido el collar de la Orden del Toisón de Oro, al que sólo los monarcas y unos pocos elegidos podían acceder.
Los dos azulejos responden al gusto por la cerámica de Talavera impulsado en el reinado de Felipe II. Su gran técnica y las innovadoras decoraciones sobre vidriado, con su característico blanco lechoso, pintado con azul, amarillo y naranja, hicieron que la azulejería de Talavera, citada por Cervantes, Lope de Vega y Tirso de Molina, estuviera presente en numerosas edificaciones de la época.
Su ‘descubrimiento’
En la primavera de 2015, y tras muchos años sin conocer el paradero de estas obras, la situación dio un giro inesperado. El Ayuntamiento de Arganda decidió llevar a cabo una intervención arqueológica en el espacio que ocupaba antiguamente el patio interior de la casa, lo que hoy conocemos como la plaza de la Amistad entre los Pueblos.
Esta actuación tenía por finalidad principal localizar la antigua fuente con esculturas de la casa del embajador Hans Khevenhüller, si bien los resultados de esta intervención fueron sorprendentes: aparecieron trazas del jardín y de la propia fuente, que permitieron la reconstrucción fidedigna que hoy podemos disfrutar, y algo que con el tiempo ha resultado de capital importancia: dos pequeños fragmentos de cerámica del siglo XVI.
A partir de esos dos pequeños restos se realizó una labor de investigación por parte de técnicos municipales en colaboración con conservadores del Ministerio de Cultura, llegando a la conclusión de que ambos coinciden en forma, color y tamaño con los dos azulejos heráldicos.
Los escudos lucían en Arganda en 1597 como parte de un precioso patio renacentista, y en Arganda volverán a lucir ahora como dos piezas únicas de un patrimonio desaparecido que sale nuevamente a la luz.
La Casa del Rey
Considerado como uno de los grandes emblemas arquitectónicos de Arganda, la construcción de la Casa del Rey se remonta al año 1591, cuando el embajador imperial en la Corte de Felipe II, Hans Khevenhüller, encargó al arquitecto italiano Patricio Cajés la creación de una casa de recreo en la villa de Arganda.
En 1594 las obras ya habían finalizado, si bien no fue hasta tres años después cuando se procedió a la inauguración oficial de la por entonces conocida como Quinta del Embajador.
Esta finca sirvió a Khevenhüller como lugar de descanso y esparcimiento de sus exigentes tareas de Estado, como así acreditan tres dibujos originales que aún se conservan y en los que se representa al embajador vestido de negro, tal y como marcaba la etiqueta cortesana de la época, y con el collar de la Orden del Toisón de Oro concedida por Felipe II, junto a su casa de Arganda.
La Quinta del Embajador, hoy la Casa del Rey, fue concebida con grandes jardines decorados con fuentes y estanques y con una extensa huerta detrás en la que había viñas y un palomar en la parte alta de la finca. La quinta, además, tenía una bodega en la que el embajador producía su propio vino.
El interior de la casa estaba decorado con una valiosa colección de cuadros de los mejores artistas de la época, entre los que destacan los lienzos de las Nueve Musas y el Rapto de Helena, obras de Jacopo Tintoretto, que el artista italiano regaló a Felipe III. La colección contaba con grabados y mapas de diferentes países.
Khevenhüller hizo uso de su casa de recreo para recibir en Arganda a importantes personajes de la época, como el propio Felipe II y su hija, la infanta Isabel Clara Eugenia; o como Felipe III y su esposa, Margarita de Austria; el príncipe Maximiliano de Baviera o Antonio y Alberto Fugger, Juan de Borja, Francisco Guicciardini, Camilo Gaetano y Antonio Horlandini.
Tras la muerte del embajador Hans Khevenhüller en 1606, la quinta pasó a manos del Duque de Lerma y, a la muerte de éste, a su nieto Francisco Sandoval Rojas, a quien perteneció hasta 1650, año en que la adquirió la Compañía de Jesús para convertirla en una importante hacienda que pasó a depender directamente del Colegio Imperial de Madrid. Es en este periodo cuando se pierde el rastro de los escudos heráldicos de la Casa del Rey.
En el año 1764, Carlos III decidió expulsar a la Orden de la villa de Arganda para solucionar el conflicto que mantenía con el Ayuntamiento y los vecinos, quienes habían puesto un pleito contra la Orden quejándose del monopolio que ejercían en la villa. A partir de entonces, la hacienda y todos los terrenos pasaron a ser propiedad de rey, y desde entonces se le conoce como Casa del Rey.
Posteriormente, en 1785, Jerónimo Mendinueta y Múzquiz, Conde de la Cimera, la adquirió mediante subasta pública por 900.000 reales. La casa fue adecentada por los nuevos propietarios acomodándola al gusto de la época. Junto a la fachada posterior del edificio existía un patio interior con una fuente en el centro, conocido como el patio de la tranquilidad, espacio predilecto del conde.
Desde 1785 hasta 1945, año en el que el Conde de la Cimera vendió la propiedad a tres familias de Arganda, siguió funcionando como hacienda con una importante bodega en la que se elaboraba vino para su comercialización.
En 1950, ya en propiedad de estas familias de Arganda, se acometieron las obras más importantes en el edificio que cambiaron el aspecto original que había tenido la casa durante más de tres siglos y las que proporcionaron el aspecto que tiene en la actualidad y que dista bastante de lo que había sido el edificio.
En estas obras, la casa se dividió en tres espacios iguales subdividiéndola en tres viviendas, por lo que fue necesario quitar varios muros internos, abrir ventanas y puertas que se conservan en la actualidad y que hasta 1950 no existían, o desmontar la escalinata de madera situada en el centro de la casa y eliminar las pinturas al fresco con temas de las cuatro estaciones que decoraban una de las torres.
A comienzos de la década de 1980 se llevó a cabo la última restauración por parte del Ayuntamiento. Entonces se arreglaron las cubiertas y se subieron las dos torres un cuerpo más, dándoles mayor altura. Fue en ese momento cuando se abrieron las dos ventanas circulares.
También en esa fecha desapareció la parte del jardín con las cuadras, lagar, cocedero, molino de aceite y todas las dependencias agrícolas que habían estado a pleno rendimiento hasta 1936.
En la actualidad, existe una amplia plaza con gradas en la que se llevan a cabo espectáculos culturales e infantiles, convirtiéndose en un punto de encuentro de la ciudad de Arganda: la plaza de la Amistad.
Acuerdo con el Museo del Prado
El acuerdo entre el Ayuntamiento de Arganda y el Museo del Prado fue suscrito el pasado verano y conlleva que estas dos obras cerámicas que lucían en la fachada trasera de la antigua Casa del Rey puedan volver a la ciudad, recuperando así una parte importante de la no menos importante historia de Arganda.
Las obras pertenecen a la colección estable del Museo del Prado y proceden de la antigua casa de recreo que tenía en la localidad Hans Khevenhüller, Embajador Imperial en la Corte de Felipe II y Felipe III.
Los dos azulejos formaban parte de la heterogénea colección de arte que Pedro Fernández Durán tenía en su domicilio de la calle Claudio Coello y que legó al Museo del Prado en 1931. Desde entonces, han permanecido entre los fondos no expuestos del Museo madrileño sin que se relacionaran con Arganda y sin que aparecerieran en estudios históricos relacionados con la Casa del Rey.
La cesión de este depósito al Ayuntamiento de Arganda del Rey está incluida en el programa ‘Prado Extendido’, con el que el Museo del Prado pretende extender la presencia y visibilidad de su colección en todo el territorio nacional.
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