Los hospitales han sido la primera línea de la batalla contra la Covid-19, una pandemia que paralizó el mundo y que supuso el mayor desafío jamás vivido en la sanidad madrileña. El director gerente del Hospital del Sureste, Carlos Sangregorio, narra en esta entrevista para Diario de Arganda cómo se han vivido estas semanas críticas desde dentro, con todo el hospital sometido a aislamiento, la soledad de los pacientes, el esfuerzo y la generosidad del personal sanitario y de servicios y la solidaridad de la ciudadanía, empresas y administraciones. Este es el relato de estos dos meses y medio que pasarán a la historia en el ‘epicentro’ de la lucha contra la enfermedad en el Sureste de Madrid.
¿Cuál ha sido la incidencia de la Covid en el Hospital del Sureste?
Los datos los circunscribimos desde el momento en que se empezaron a contabilizar los casos, porque no podemos descartar que antes ya viniera alguna persona con Covid-19, que pudo registrarse como un casi aislado de una infección vírica o incluso gripe. La incidencia del coronavirus en las 21 poblaciones a las que atendemos no ha sido especialmente significativa; está en la media de la Comunidad de Madrid. Hasta el 31 de mayo, el Hospital del Sureste ha tenido 716 hospitalizaciones de Covid-19; en UCI, 46. Y, además, hemos atendido otros 125 casos que no han llegado a hospitalizarse por ser leves y haberse hecho seguimiento domiciliario. Hemos estado rozando, en total, los mil casos en este tiempo. De ellos, han fallecido 91 pacientes, un 10,31 por ciento de los ingresados.
¿Cuáles han sido las mayores complicaciones de esta epidemia?
Primero, la gravedad de los pacientes; la dificultad para encontrar un tratamiento adecuado, porque no todos los tratamientos funcionaban igual en todos los pacientes, lo que es una de las cosas que nos ha convulsionado. Los pacientes no respondían igual ante un mismo tratamiento, incluso aunque tuvieran características similares entre ellos. Ha habido un porcentaje de severidad en los pacientes ingresados que ha hecho que tuviéramos una mortalidad importante. Y, además, las estancias medias de estos pacientes han sido muy altas: en algunos casos, la estancia en planta ha llegado a los 62 días, y sobre todo llamaba mucho la atención la estancia media en UCI, con una media de 23. Y hemos tenido bastantes pacientes con más de 50 días en UCI, lo cual es una cifra muy severa. Antes de la pandemia, la estancia media en UCI era de 8-10 días. Estar atado a un respirador es algo muy duro un día; muy duro 5 días; 20 días, durísimo; 60 días, tremendo. Y en muchos se ha utilizado una técnica de respiración asistida, la pronación, es decir, con el paciente boca abajo, que lo ha hecho si cabe todavía más duro; con el paciente sedado, y que, cuando se le extuba, y produce una debilidad funcional de la que cuesta mucho que se recupere después de tantos días en la UCI. Esta enfermedad tenía otra característica que la ha hecho diferente, y es que los pacientes estaban sometidos a un aislamiento como no se ha visto en la historia del hospital, y eso que hemos pasado alguna otra epidemia, como el ébola. Pero esos han sido casos singulares en habitaciones aisladas. En este caso, estaba todo el hospital aislado, de alguna manera; desde que entrabas por la puerta de Urgencias, el nivel de aislamiento era muy grande. Era la primera vez que el paciente se encontraba totalmente solo con el personal sanitario. Los familiares no han podido acceder a él, salvo en algún caso excepcional; pero el paciente, desde que entraba hasta que era dado de alta, si había suerte, o fallecía, los familiares no tenían acceso a él. A lo sumo, por medios telemáticos o mediante los sanitarios. Eso cambia el nivel de cuidados que cualquier hospital puede dar. En general, un paciente ingresado en el hospital tiene visitas con frecuencia, sobre todo desde que se ha apostado por la humanización en los hospitales, e incluso se quedaban a dormir los familiares. Eso ha dejado de existir en este tiempo y además la afluencia de pacientes hizo que hubiera habitaciones duplicadas, con dos pacientes aislados, todo el tiempo solos. Y su único trato era con personal sanitario, que entraba en la habitación con grandes medidas de aislamiento —’vestidos de astronautas’, para que nos entendamos—para cualquier cosa. Si el paciente quería la cuña, o agua, o necesitaba que le movieran, tocaba el timbre, lo comunicaba por el interfono, y el personal tenía que reforzar las medidas de protección que ya utilizaba para moverse por la planta y entrar, atenderle y volver a salir, quitarse las medidas de protección, y así todas las veces. Personas muy añosas, otras que han venido de residencias que a veces no estaban muy conscientes… Muy difícil para ellos y para el personal sanitario, porque ya no era cómo evolucionaba la enfermedad en sí, sino un nivel de cuidados que no es el usual. Aquí teníamos una zona pequeña de aislamiento, con los medios basados en las estadísticas habituales, para, por ejemplo, algún caso de tuberculosis, o alguna otra enfermedad infectocontagiosa, y ni siquiera en esos momentos hemos tenido el nivel de aislamiento que hemos tenido ahora. Son habitaciones preparadas para casos concretos que manejas de otra manera. Esto era más y más esclusas por todas las plantas, cambios de ropa, horarios terribles para los facultativos… Nunca podremos agradecer lo suficiente la dedicación global que ha tenido nuestro personal. Es importante agradecer su colaboración. La respuesta de la gente ha sido tremenda: no les importaba doblar turnos, debemos días de vacaciones y asueto, de gente que no ha podido ni ha querido tomarlos. Además, muchos profesionales han tenido que desarrollar funciones que no eran las habituales.
¿Por ejemplo?
La UCI estaba dimensionada para el número de pacientes habitual y alguno más, por si acaso: 6 puestos estables. Nosotros hemos tenido permanentemente 27 puestos de UCI: se ha multiplicado por casi 5 los puestos. Ya nos ha costado montarlos sobre la marcha: conseguir respiradores, como en todos los hospitales de Madrid, ha sido una odisea, y tenemos que agradecer la colaboración de entidades y de los ayuntamientos de Rivas Vaciamadrid y Arganda, entre otros, con concejales y alcaldes buscando respiradores en clínicas privadas, camas… Conseguimos camas, biombos, medios de protección… En cuanto a los profesionales, no hemos tenido problemas de contratación, ya que, desde el primer momento, se nos permitió conseguir todo el personal que pudiéramos. De hecho, una cosa que pedíamos hace tiempo, como contratar médicos con el MIR hecho en España pero que proceden de fuera de la UE, se ha permitido, y antes no se podía. Y, de hecho, había profesionales que, al dejar de hacer sus funciones, como pasar consulta, ayudaban en otras. En UCI, conseguir habilitar puestos físicos fue difícil, pero lo más complicado era que la plantilla pudiera atenderlos, teniendo en cuenta que la UCI tiene la mayor ratio de personal por cama que puede haber en cualquier hospital. Otros profesionales de otras áreas se han reciclado a toda velocidad, y nuestra UCI se ha nutrido, además de los ‘UCIstas’, de neumólogos, cardiólogos, y hasta de pediatras, que sí están acostumbrados a usar otro tipo de respiradores en Neonatología. Otros medios se han hecho ‘UCIstas’ a toda velocidad, y lo mismo ha ocurrido con Enfermería. La enfermería de UCI también es muy específica y muchos se han reciclado sobre la marcha. De hecho, ayer estábamos dando un curso de perfeccionamiento para toda la enfermería. Además, como hemos ido consiguiendo el material sobre la marcha y donde se podía, probablemente ahora mismo tenemos todos los respiradores del mercado, y cada uno funciona de manera diferente: imagina, por ejemplo, tener en tu casa 20 microondas de distintos modelos; pues esto era igual.
¿Cómo lo ha vivido el personal del hospital?
Alguna de nuestras UCIstas decía que tenía “ganas de lavarse el pelo bien, no como aquí en la ducha”. Ha sido muy duro. Ningún UCIsta del mundo, ni en la UCI más compleja, está acostumbrado a tener este nivel de severidad y de fallecimientos que hemos tenido, a pesar de que los profesionales sanitarios estén más o menos curtidos en cosas muy duras. No es habitual que estas cosas duras sean tan continuas. Se suele decir que en la UCI hay muchos minutos de tensión, pero solo algunos momentos de extrema tensión; y aquí ha habido muchos momentos constantes de extrema tensión. Y en las plantas igual. En aquellos momentos en los que podías dejar pasar a algún familiar, vestido totalmente, para despedirse, solo, únicamente dos minutos… El enfermero o auxiliar que pasaba con él salía machacado.
Han sido momentos duros y que han puesto de manifiesto muchas cosas de mucha gente. Por ejemplo, todos los estudiantes universitarios que tenemos aquí, cuando se paró el curso, se ofrecieron a quedarse. Y les dimos un EPI y se pusieron a ayudar en lo que podían; no son médicos, pero pueden hacer labores auxiliares con buena cualificación. Y muchos facultativos cuya especialidad había quedado ‘muerta’, como algún tipo de cirugía o consultas, se han puesto a hacer seguimiento domiciliario de pacientes, atender a familiares… Hemos tenido a más de 350 personas en seguimiento domiciliario. Son personas que han aflorado a través de Atención Primaria, videoconsulta, residencias, que no era necesario que vinieran. Este sistema ha funcionado muy bien y nos ha hecho aprender muchas cosas de cara al futuro. Un médico, un facultativo, les llamaban tres veces al día y la frecuencia iba bajando hasta que se les daba el alta telefónica. Y han sido médicos que en ese momento no podían hacer sus tareas habituales, y ha funcionado muy bien. Ha sido un trabajo muy coral. Hasta los ‘solistas’ se han integrado en la orquesta: los de la UCI, los que han tenido que hacer alguna intervención quirúrgica que no podía demorarse, los preventivistas, que no han tenido vida en este tiempo… Además, la empresa concesionaria, tan criticada en otras ocasiones, se ha volcado y su personal (limpieza, mantenimiento y servicios auxiliares) ha sido ejemplar, y ha estado muy en primera línea.
Uno de los problemas ha sido el contagio de los sanitarios. ¿Cómo ha afectado este hecho a la gestión de la pandemia por parte del hospital?
Han dado positivo unos cien, aproximadamente, y ninguno ha revestido gravedad, excepto tres o cuatro que han estado ingresados, incluida la compañera que falleció, Rocío Campos. El sanitario que se ha contagiado, se ha contagiado menos cuanto más próximo estaba del paciente. Es curioso, porque el personal no sanitario del hospital ha tenido un mayor índice de contagios que el personal sanitario. Los que menos se han contagiado son las personas de quirófanos o de UCI, es decir, gente acostumbrada a ponerse y quitarse equipos de protección, guantes, batas, mascarillas, porque es su labor diaria. Nuestro preventivista nos machaca mucho con que no llevemos guantes más de lo imprescindible, y utilicemos la loción: nosotros ahora nos ‘bañamos’ en loción, porque quitarte y ponerte un guante es más arriesgado que haber tocado alguna superficie infectada e inmediatamente usar gel hidroalcohólico. También es verdad que hemos tenido mucha suerte, y una labor espectacular de nuestro departamento de compras y almacenes, porque no ha habido carencias. Sí nos hemos encontrado, por ejemplo, con que en un momento determinado solo teníamos guantes de una talla; mascarilas FPP2 en lugar de FPP3; pero no estas situaciones que se han visto en la televisión, de personal con bolsas de basura y demás. Algunos auxiliares llevaban trajes remangados y demás, pero no hemos tenido problemas severos con los EPI, primero, porque teníamos acopio, y porque la gente se ha portado muy bien. Había cosas emotivas: nos llegaba una persona que tenía una tienda de uñas y nos traía la única cajita de guantes que tenía; o gente que hacía magdalenas en casa y las traía a Urgencias. Pocas veces ha estado el hospital tan cerca de la población.
¿Cómo habéis vivido las muestras de solidaridad y agradecimiento?
Ha sido increíble. Queremos hacer una relación de todas aquellas personas que nos han traído algo, para agradecérselo después, y nos vamos a volver locos para agradecer. Esto es para hacer una lista inacabable. El personal lo ha agradecido muchísimo. Un día trajeron un póster hecho por los hijos de los guardias civiles, que todavía está en Urgencias, y todos acabamos llorando. Otro día, la entrada amaneció con una gran pancarta de ánimo, y todavía no sabemos quién la puso, a pesar de que nos gustaría hacer un memorial de agradecimientos. Todavía nos envían cartas a los sanitarios, y dibujos para que los vieran los pacientes de la UCI cuando se despertaran. Nos han hecho sentir que no estábamos solos, y eso también es muy importante. Por ejemplo, nos trajeron botellas y más botellas de agua, que nos venía muy bien porque la plantilla pasaba mucho calor con los EPI. Y por la forma de acceder a las habitaciones, si entraba un auxiliar y dejaba diez botellas pequeñas de agua, evitaba tener que entrar otras nueve veces. Nos han traído agua de todos los formatos, cargamentos enteros, todavía hoy, de gel hidroalcohólico; pizzas, pasteles… De todo.
También les donaron camas…
Camas, sábanas, colchones… Montamos una zona de ampliación de las urgencias que llamamos el ‘Ifema 0’, antes incluso de que se montara el hospital de Ifema. Se hizo en una sala de espera que se montó con camas donadas por un hotel y una ONG, tomas de oxígeno para no tener que utilizar bombonas. Por suerte, no hemos tenido carencias materiales gracias a que la gente se ha volcado.
¿Cómo se organizó este ‘Ifema 0’ de la noche a la mañana?
De la noche a la mañana, pero ha funcionado, hasta tal punto que nosotros no hemos enviado a nadie a Ifema. Otra cosa es que algún paciente, ya fuera de aquí, empeorara y terminara en Ifema, pero desde el Hospital del Sureste no hemos tenido que derivar allí a ningún paciente. También ha ayudado mucho nuestra apuesta, junto a otro par de hospitales, por el seguimiento domiciliario. De hecho, derivados a otros hospitales u hoteles ha habido muy pocos, para pasar la cuarentena; prácticamente todo lo hemos atendido aquí.
¿Cómo ha sido la relación del hospital con Rivas y Arganda durante la pandemia?
Rivas no siempre ha vivido de cara al hospital. Sabemos que, igual que somos el hospital de Arganda, en Rivas llevamos unos años con mucho incremento de pacientes, pero, por así decirlo, la población de Rivas no ‘miraba’ al hospital. Y en la epidemia sí lo han hecho; durante la epidemia, para Rivas, este sí ha sido su hospital. Algunos han ido al Marañón o al Henares, pero la ciudadanía de Rivas sí ha acudido aquí durante este tiempo. Ha habido muchos ripenses ingresados y también ha sido la ciudad que más fallecimientos ha tenido en el Hospital del Sureste, con 26. Desde que estoy en este hospital, y va para 10 años, ha sido la vez que más hemos sentido que somos el hospital de Rivas. La relación con las dos alcaldías, tanto la de Rivas como la de Arganda, ha sido magnífica.
¿Cómo se ha articulado la relación con las residencias?
Desde hace tiempo, desde el Hospital del Sureste veníamos trabajando muchas cosas que ahora, en esta situación, nos han venido muy bien. Entre ellas, las videoconsultas, lo que ha hecho fácil seguir por esa línea; y otra cosa que ya me había encontrado cuando entré, y hemos seguido potenciando, es que nuestros geriatras se desplazaban a las residencias. Tuvimos un premio hace 5 o 6 años de la Comunidad de Madrid por ser pioneros de la geriatría en las residencias: nuestros geriatras se comunicaban con ellas telefónicamente, ahora telemáticamente, y además hay un geriatra que se desplaza hasta allí. Hemos tenido una incidencia con residencias importante, pero más controlada, probablemente, que en otras áreas de Madrid, porque ya lo estaba. Aun así, la relación con las residencias no ha sido homogénea, pero es que no lo era antes. Tenemos 15 residencias en nuestra área, entre ellas una de las públicas más grandes de Madrid, la de Arganda, y otras muy bien estructuradas y con buena relación con los geriatras. Otras más pequeñas y aisladas han ido, desde siempre, más a su aire. Lógicamente, en aquellas en las que la relación cotidiana y el seguimiento eran buenos, durante la pandemia también lo ha sido; en las que no, ha sido más difícil y es probablemente donde se han producido más incidencias con mayor número de casos más complicados. Por ejemplo, en la residencia de Arganda, en Geriatel Rivas o en Orusco se han controlado bastante bien, aunque ha habido fallecimientos, porque había pacientes de mucho riesgo, o algún caso más sonado. Pero la incidencia en general no ha sido significativa. Hemos potenciado mucho la plantillla de geriatras, con incorporaciones estupendas, y pocos geriatras se conocen tan bien como nuestra responsable de Geriatría la situación de las residencias que venimos controlando.
¿Qué actividades se paralizaron o redujeron durante marzo o abril? ¿Cómo se reorganizó el hospital?
Se suspendió todo aquello que no fuera urgente o que no tuviera una trascendencia vital o implicaciones graves de cara al futuro. Por ejemplo, una catarata se puede demorar pero si puede ocasionar un glaucoma, no se debía demorar. Toda el área de oncología ha seguido funcionando, y eso es una complejidad más con los tratamientos de hospital de día y quimioterapia, con personas inmunodeprimidas en tratamiento, o con diálisis… Y se ha seguido haciendo todo aquello que pudiera ocasionar un daño grave para la vida o complicaciones graves a futuro. Todo aquello demorable lo hemos demorado, y además de común acuerdo con el paciente. De hecho, ahora estamos llamando a algunos pacientes para decirles que podemos demorar intervenciones quirúrgicas menos graves y te dicen que no les importa esperar hasta después del verano. En pediatría hemos visto lo justo, porque hemos tenido la inmensa suerte de que el Hospital del Niño Jesús ha absorbido bien los casos más complejos; en obstetricia solo los partos emergentes, es decir, si venían con una gran dilatación o con riesgo, pero si no los hemos derivado a la maternidad del Gregorio Marañón. Y con una salvedad: allí les atendían nuestros médicos y nuestras matronas, los mismos que les han hecho el seguimiento del embarazo aquí. Se ha utilizado mucho la teleconsulta para las consultas de seguimiento, como, por ejemplo, la diabetes, y no hemos tenido nada realmente preocupante. Ahora hemos empezado a retomar la actividad normal, como por ejemplo los partos; hemos empezado ya con cirugía, que no es de riesgo vital pero que tampoco conviene demorar; y estamos programando la asistencia a partir de ahora. Y, aunque hay personas que prefieren demorar cosas no urgentes, en el hospital no hay riesgo con los circuitos que se han montado. En cuanto a las urgencias, tenemos una zona por si alguien viene con Covid-19 o sospechas de Covid-19, y otra para lo demás. Y ahora mismo prácticamente no estamos atendiendo sospechas de Covid-19. Aun así, a todas las personas que deben ingresar les hacemos una PCR, lo que demora los ingresos: antes llegabas y, si tenías que ingresar, estabas unas horas en observación y luego a planta; y, ahora, a este tiempo hay que añadirle las 4 o 5 horas que tardamos en tener los resultados de la PCR. Tenemos una planta para sospechas de Covid-19 y otra ‘limpia’, y si la PCR es negativa va a ella y si la PCR es positiva, tenga lo que tenga, irá a la otra zona.
¿Cuánto se va a tardar en volver a la actividad anterior?
A mí me gustaría pensar que vamos a pasar a otro tipo de normalidad y que el paciente se ha dado cuenta de que hay cosas que puede demorar. Lo que pasa es que esto se imbrica con la normalidad de la atención primaria, que es la primera línea. Ahora el paciente está en una tierra de nadie: no sabe si venir al hospital o ir al centro de salud. Pero ayer mirábamos la lista de espera quirúrgica y no debería demorarse mucho, aparte de que nos han prolongado los contratos que hicimos para la Covid-19 y, si no hay ningún repunte, ese personal ya lo estamos utilizando para tratar de aligerar la lista de espera. De todas formas, habrá cosas que va a costar aligerar. Por ejemplo, las endoscopias de ‘screening’; las diagnósticas ya están todas programadas y sin lista de espera, pero las de ‘screening’ para mayores de 55 años se van a demorar, porque hay un determinado número de endoscopios y de turnos, y primero vamos a hacer las endoscopias diagnósticas para todas aquellas que tengan sospechas de malignidad y similares.
¿Ahora mismo (2 de junio) hay pacientes de Covid-19 en el hospital?
En la UCI, dos de Arganda, y, en planta, otros 5. Pero en los peores momentos, los pacientes venían en bloques. Hemos llegado a estar en torno a las 80-100 urgencias diarias, prácticamente todas de Covid-19. En circunstancias normales atendemos 280-300 urgencias diarias, no Covid-19. Es decir, que 200 no venían, pero los que venían eran de Covid-19.
¿La gente dejó de venir de repente a urgencias, excepto los que padecían Covid-19?
Sí. Hay una cosa muy curiosa que ha hecho pública la Sociedad de Cardiología, y es que están convencidos de que ha habido gente que ha vivido infartos en casa y no ha acudido al hospital. Esto es estadística pura: si en Madrid se atienden dos infartos al día, y no viene más que uno, hay otro que no hemos detectado. Eso pone de manifiesto que muchas veces se viene a Urgencias porque tenemos la inmensa suerte de tener una sanidad accesible, y cuando las cosas son accesibles se utilizan más. Ahora la gente ha aprendido a asumir sus enfermedades o dolencias.
¿Qué han aprendido de esta crisis?
Muchas cosas. Por ejemplo, este hospital desde 2018 está esperando una ampliación, que ojalá hubiéramos tenido hecha, porque habría facilitado muchas cosas. Ahora nos toca retocar el plan para adaptarlo a algo que no pensábamos que fuéramos a tener, un plano que amplíe mucho más la UCI; queremos tener más amplia la zona de aislamiento, y con una circulación distinta; tenemos que compartimentar también de otra manera las urgencias. Yo llevo toda la vida en sanidad y he vivido de todo: las vacas locas, la gripe aviar, la colza, el sida o el ébola, y nunca había visto nada como esto. Algunas patologías, como el ébola, o el sida en su momento, tenían una letalidad mucho mayor que esto, pero no lo impredecible de este virus. Hay rotavirus peores, el ébola es mucho peor, pero en aquella época lo teníamos concentrado en una zona de aislamiento, sabías cuándo podías sospechar de un caso, y con el VIH tenías la conciencia de riesgo muy concreta. En este caso, ha sido totalmente impredecible. Es como si una zona de secano de repente se convierte en una zona monzónica y los edificios y las ciudades no están preparadas para tanta agua. Esperemos que no haya un rebrote, pero, aunque haya vacunas, tenemos que empezar a convivir con este virus, igual que con la gripe o con la tuberculosis. Y tenemos que prepararnos para esto. Ayer mismo hemos montado un curso para toda aquella enfermería que no ha pasado por la UCI, pero pueda hacerlo en el futuro, para que aprendan a manejar ventiladores. A nosotros no se nos pasaba esto por la cabeza hace tres meses: quizá para 20 personas, pero no para 300. Y ahora nos interesa que todos aprendan a manejar respiradores. Y hemos aprendido lo bueno de sacar el hospital hacia fuera: pediatras, traumatólogos… y la importancia de las teleconsultas. En esta sociedad se ha perdido la relación médico-paciente en el domicilio. Cuando yo era pequeño, el médico venía mucho a casa, y la confianza de tener un número de teléfono y alguien al otro lado que te diga lo que tienes que hacer; y, cuanto menos venga la gente al hospital, mejor. Vamos a apostar por ello. La urgencia ya la hemos articulado de otra manera, también pediatría… La gente ha aprendido mucho. Otra cosa es que se nos olvide rápido, que a veces somos de memoria frágil.
Entonces, ¿el plan de ampliación va a cambiar?
De hecho, ya les hemos hecho una propuesta para que, antes de cualquier otra consideración, amplíen la UCI; y, si puede ser antes de fin de año, mejor. No sé si vamos a conseguir que nos hagan caso en esto, pero nosotros hemos montado la UCI multiplicada por cuatro o cinco en nuestra recuperación anestésica, en paritorios, y eso es para una emergencia. Lo que queremos es tener una serie de puestos ya con sus respiradores y, si no los abrimos nunca, mejor, pero queremos tenerlos. En la sala de espera donde montamos el ‘Ifema 0’ hemos montado unos circuitos de gases que no se verá a simple vista cuando todo vuelva a la normalidad, pero que nos permitirá volver a montar otra UCI con 30 puestos con oxígeno en cuestión de minutos. La dirección y los alcaldes hemos pedido reiteradamente la ampliación del hospital. Entendemos que esto tiene su trámite, pero antes de la pandemia este hospital estaba dimensionado para unas 160 urgencias y estábamos ya atendiendo 300. Si te sirve de referencia, el Marañón ve 100 más que nosotros. Lo necesitamos como agua de mayo. Y más si Rivas empieza a considerarlo como su propio hospital. La Alcaldía de Rivas también apuesta por un centro de salud y especialidades en la ciudad donde las consultas externas, tratamientos o urgencias de Atención Primaria se pueda atender con cercanía a la población, pero la atención hospitalaria no te la quita nadie.
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Gracias a todos hasta el fin de mis días